Como ciclista reconozco que todos los ciclistas somos
iguales. Circulamos en grupo sin respetar las normas y también vamos por las
aceras asustando peatones, además no pagamos impuestos (bueno a no ser que
tengamos propiedades, trabajo, pensión o incluso coche) y, por supuesto, no
conocemos las normas de circulación. Es verdad, reconozcámoslo, podemos verlo a
menudo en las noticias.
Por otra parte, como
conductor he de decir que no respetamos los límites de velocidad, no sabemos
circular en las rotondas, hablamos por el móvil, no respetamos las distancias
de seguridad, aparcamos en los arcenes, y por supuesto conducimos siempre
borrachos y drogados. Esto también es muy cierto, se ve todos los días en los
medios de comunicación.
Cómo usuario de los
dos medios de transporte, he de decir que cuando voy en bicicleta me doy cuenta
de lo mal que me puede salir si, por naturaleza, me dejo llevar por el cabrón innato que es el ciclista.
Pero cuándo voy en coche puedo comportarme como el hijoputa que soy, porque el
que se va a joder es ese chulo que va montado en una bici, ese que hoy se ha
levantado con ganas de joderme el día.
A veces pienso que
sólo soy un hijo de puta, pero la verdad es que sólo soy humano, y si me dan un
arma, ¿por qué no usarla para disparar?
Pues bien, como ser
humano y conductor hijoputa que soy,
circulando en mi coche, no dejan de acudir a mí las ganas de accionar
esos gatillos que son los pedales y el volante para darles un susto a los imbéciles de las bicicletas, a ver si
espabilan.
Por supuesto, como
ser humano, también soy gilipollas, así que no me pierdo ni tour ni giro, y en
la vuelta salgo con mis hijos y mis
nietos a ver cómo pasan los ciclistas por las calles y animarlos, y como
gilipollas que soy, pienso: Estos sí que son buenos ciclistas, de los que no
estorban.
Como ya ha quedado
claro, soy el ciclista cabrón o el conductor hijoputa o el ser humano
gilipollas. Eso sí, de lo que no hay duda, es de que soy el imbécil que se
queda en blanco cuando, conduciendo, oigo desde el asiento de atrás un niño que me dice: ¡Mira!, ¿es
Contador? En ese momento la sangre vuelve a fluir a mi cerebro de cabrón,
hijoputa, gilipollas e imbécil y pienso: No, pero podría ser cualquiera. Entonces
descubro que el de la bicicleta y yo somos personas. A lo mejor debería ser un
poco menos imbécil para que el hijoputa que soy, se lo tome con calma y darle unos segundos al ciclista
que llevo delante, que vale, es un cabrón, pero a lo peor es mi hijo, mi nieto,
mi compañero de trabajo, mi primo, el colega del bar, mi novia o mi novio, ése que te deja pasar en
la cola del súper, Contador o...¡¡Hasta podría ser yo!! .
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